Nada más abrir la puerta había un sofá cama que ocupaba toda la estancia. Estaba roto, totalmente arqueado, por lo que esa primera noche tuvimos que dormir tres personas en una cama que tampoco era nada cómoda. Al día siguiente hicieron un apaño con unas cuerdas, solución que impedía cerrar el sofá. De modo que éste ocupaba toda la estancia y la mesa no se podía utilizar.
Al entrar había un fuerte olor a humedad, motivo por el que tenían encendido un deshumidificador.
El techo estaba cubierto por una bóveda de ladrillo que se prolongaba hasta el suelo, donde había un montón de insectos. Las paredes también tenían humedad.